Por Daniel Mancebo Zorrilla.
Quien esto escribe, fue partidario de un ateísmo pseudo-intelectual durante muchos años, desde mi temprana juventud. Hoy, reconozco que fue una parte de mi vida sumergida en la ignorancia. El refugio falsamente intelectual, nos hace creernos pequeños dioses mortales y nos ciega para una visión más holística de la vida y de las cosas.
Hoy, quiero dar una explicación mínimamente racional usando algunos parangones con los sistemas actuales de nuestra tecnología para valorar la posibilidad real de que Dios nos pueda observar.
Meditaba, en estos días, sobre la tendencia actual del mundo hacia la denegación de Dios, hacia el trueque de valores que tradicionalmente habíamos aceptado como morales o buenos por otros valores diametralmente opuestos. Parece como una revulsión contra la axiología teológica, ética y estética tradicionales.
Es indudable que el mundo no es estático, que cambia, cada día. Es parte de la dialéctica del devenir.
Dentro de esa denegación de la existencia del creador, la gente ha querido tomar la directriz de sus pasos, acciones, como responsabilidad propia. Se ha lanzado al desafuero propio y ha perdido el temor de Dios porque cree que no existe. Asumen que no hay que dar explicaciones a nadie. Pueden armar guerras, matar, hacer inmoralidades sexuales, hacer planes de maldad. La gente está convencida de que mientras nadie pueda verla, podría pasar inadvertida.
En muchas grandes ciudades hay sistemas de controles y de vigilancia, tales como cámaras de vídeo para observar los movimientos en lugares públicos que puedan prestarse a la delincuencia. Estos registros de vídeos son usados como prueba para identificar a los participantes en actos vandálicos. Recientemente, hemos visto cómo se logró identificar a muchos de los responsables de algunas muertes durante los disturbios de Birmingham, Inglaterra.
El sistema de satélites establecido alrededor del planeta Tierra, permite vigilar los movimientos terrestres, incendios y cambio climático, en general, e incluso hasta los movimientos de tropas y personas. Toda esta información pasa a un procesador central de datos que los analiza. Esto permite, siempre que es posible, tomar acciones o medidas.
De esta misma manera, podría estar ocurriendo con nosotros. Es posible, que nuestros sentidos, vista, olfato, paladar, a través de nuestros pensamientos y el cerebro, sirvan para proveer información que Dios registra. Para ponerlo más claro, Dios podría estar viendo nuestro mundo, nuestras acciones, pensamientos, a través de todos los receptores que poseen los seres vivos en este planeta, los cuales, podrían estar transmitiendo desde el cerebro por medio de unidades energéticas no conocidas por nosotros hacia él. Esta es una posibilidad racional de explicar cómo Dios podría estar vigilándonos. No creo que Dios necesite estos recursos para saber sobre nosotros. Pero podría ser una explicación racional para nosotros. Si alguien mata o tiene intenciones perversas, estas podrían ser registradas con los ojos de la misma víctima y los del mismo asesino que las ejecuta delante de Dios. Nuestro cerebro, y el de los animales, funciona con impulsos nerviosos que son eléctricos, y sabemos que la electricidad genera campos magnéticos de distintas intensidades. En la física cuántica, las partículas sub-atómicas, tales como los busones, los fermiones, bariones, mesones, funcionan como corpúsculos y ondas, que interactúan unas con otras en tiempo y espacio de los campos dimensionales de la Física. Un movimiento que afecte a una partícula en nuestro cuerpo podría interactuar afectando a otra partícula que se encuentre en el confín del Universo, de manera inmediata, siempre que esté entrelazada. En la Fisica de los Quanta (Plural de Quantum) eso está demostrado. Dios, desde luego, es infinitamente mucho más que simple energía.
En el libro de Los Hechos de los Apósteles, se dice: “Porque en Él vivimos, y nos movemos” (Hechos: 17:28).
Observemos lo que el profeta Isaías, decía al respecto:
“¡Ay de los que van muy hondo para esconder sus planes al Señor Jehová, y realizan sus obras en tinieblas y dicen: ¿Quién nos ve, o quién nos conoce?” (Isa 29:15).
El Rey David también meditaba en sus Psalmos:
“¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿O a dónde huiré de tu presencia?” (Psa 139:7). “Si subiere al cielo, allí estás tú; y si en el infierno hiciere mi lecho, he aquí allí tú estás” (Psa 139:8).
Finalmente, quiero terminar con la estupefacción que David sentía, y que también yo siento, sobre lo inconmensurable de este conocimiento:
“Tal conocimiento es muy maravilloso para mí; alto es, no lo puedo comprender” (Psa 139:6).
La pregunta que sigue es la siguiente: Si Dios lo ve todo, entonces, ¿por qué permite el mal? Espero encontrar una respuesta y dárosla en la próxima publicación.